El ejercicio de la razón exige una activa organización del intelecto, además de perspicacia y capacidad de deducción. La simple observación de los fenómenos, o la recopilación puramente pasiva de la información, únicamente redundan en una racionalización significativa si se ordena lo registrado con la pertinencia necesaria para poder extraer conclusiones. De lo contrario, los datos recogidos no pasarán de ser una mera colección de anécdotas aleatorias. La razón persigue la verdad por medio de la indagación, escribe Christopher Tyerman, profesor en la Universidad de Oxford.
La razón, dice Tyerman, puede aplicarse tanto al pensamiento abstracto como a la observación empírica. Buena parte de la actividad racional moderna da por supuesto que su carácter es esencialmente intelectual, puesto que consiste en reunir pruebas destinadas a convencer de una verdad a otras personas racionales, utilizando para ello un método que no solo es transparente sino que se halla asimismo al alcance de todos.
Negarse a aceptar las pruebas objetivas es irracional, pero no tratar de hallarle un sentido a lo que uno cree observar o saber. La ignorancia, en tanto que falta de información, no es irracional per se.
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