jueves, 9 de noviembre de 2023

Las gentes del siglo XIX comenzaron a vivir más años

Tanto un aldeano del 7000 a. C. como un campesino del siglo XVIII francés podían confiar en vivir treinta y cinco años, aproximadamente.Su salud, su renta, las calorías consumidas, etc, apenas variaron, más allá de picos de bonanza y crisis, a lo largo de las épocas. La economía individual trataba siempre de sobrevivir, no de consumir. La Revolución Industrial acabaría por cambiarlo todo. ¿Pero cómo lo hizo? ¿Qué la detonó? Lo cierto es que los cambios que la impulsaron venían de lejos, realmente, aunque cuajaran a finales del siglo XVIII. Fue a partir de que se pudo producir hierro barato y se pudo utilizar carbón en vez de madera como combustible que el siglo XVIII dio el empujón necesario para que comenzara el proceso. Con el tiempo, predominarían las regiones que contuvieran carbón y hierro, es decir, la parte norte del globo, tanto de Europa como de Estados Unidos. Aquí entró uno de los inventos clave de la revolución, la máquina de vapor. Esta potente fuente de energía llevó directamente hasta el ferrocarril. Ahora, si uno tenía el hierro y el acero necesarios para construir este nuevo medio de transporte, podría disfrutar de un coste de transporte mucho más barato. El siglo XIX trajo una curiosa variante de lo mismo, el barco de vapor, y se repitió el mismo proceso. Para 1900, el coste de transporte oceánico era la séptima parte de lo que había sido en 1800.


La industrialización tuvo otras consecuencias menos pintorescas; el convertir las ciudades en lugares de producción concentrada, y también el hecho de mecanizar muchas labores agrícolas, provocó un gran flujo migratorio desde el campo a la ciudad. Este proceso histórico hizo crecer, sin lugar a dudas, la población urbana de los núcleos industriales.La nueva sociedad urbana e industrial no tenía por qué ser mucho peor que su precedente rural (dependiente del campo y las hambrunas), y es cierto que introdujo a los trabajadores en un mercado no sólo de supervivencia, sino también de consumo, pero no por ello dejó de estar acompañada de unas dosis de miseria y sobre explotación alarmantes.Una agricultura más productiva abarató los precios de la comida, permitiendo a las economías más precarias comprar más cantidad y más diversidad sin que ello conllevara un enorme sacrificio.Y si producir ropa también resultaba más barato, esto significaba que más gente podía permitirse comprar más ropa. El consumo aumentó, aunque la miseria y los piojos seguían dominando el panorama. Mejor alimentadas, mejor vestidas y más conscientes de la necesidad de la higiene, las gentes del siglo XIX comenzaron a vivir más años.
La invención del generador eléctrico y la bombilla iluminó ciudades y fábricas con su cálido hálito anaranjado, además de alimentar medios de transporte como el tranvía. El desarrollo del motor de combustión llenó de coches las ciudades europeas.
Referencia: Breve historia de la Belle Époque de Ainhoa Campos Posada



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