Aun cuando se emplea libremente la palabra “santa” en relación con Jerusalén, como si su significado fuera evidente, en realidad es bastante complejo. Cada una de las tres religiones monoteístas ha desarrollado tradiciones sobre la ciudad que son notablemente similares. Por otra parte, la devoción a un lugar sagrado o a una ciudad santa es un fenómeno casi universal. Los historiadores de las religiones creen que es una de las manifestaciones de fe más antiguas en todas las culturas. Los seres humanos han desarrollado lo que se ha dado en llamar una geografía sagrada que no tiene nada que ver con un mapa científico del mundo, sino que cartografía su vida interior. Montañas, bosques y ciudades terrenas se han convertido en símbolos de esta espiritualidad, tan omnipresente que, al parecer, responde a una profunda necesidad humana, sean cuales fueren nuestras creencias sobre “Dios” o lo sobrenatural. Por diferentes razones, Jerusalén ha llegado a ser central para la geografía sagrada de judíos, cristianos y musulmanes. Esto hace que les resulte muy difícil considerar la ciudad de un modo objetivo, porque ha quedado ligada a su concepción de sí mismos y de la realidad última, en ocasiones llamada sagrado, que da sentido y valor a nuestra vida mundana, escribe Karen Armstrong, Premio princesa de Asturias de ciencias sociales.
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