Carrero Blanco |
Lo sospechoso que resultaba que una treintena de terroristas de ETA se pasearan por Madrid durante un año y nadie del Ministerio de la Gobernación, de las fuerzas de seguridad, de los servicios secretos, de la Jefatura del Estado, del Ejército o del Gobierno se diera cuenta de los planes asesinos de la banda terrorista. Increíble. Estoy cada vez más convencido de que el magnicidio se debió a un complot contra el delfín de Franco. La mano asesina fue la de ETA, pero otros le allanaron el terreno, escribe Manuel Cerdán en su libro Matar a Carrero: La conspiración.
Añade Cerdán que el magnicidio de Carrero Blanco es muy similar al del general Prim, en 1870. El primer presidente asesinado en España. En ambos casos, aunque las motivaciones, las circunstancias y la época son muy distintas, existieron dos conspiraciones. Una para acabar con ellos y, más tarde, otra para tapar las pruebas. Para que así cesaran las pesquisas, se lograra la libertad de los autores materiales. Del crimen, quedaran impunes los inductores y colaboradores necesarios y se soslayaran la ineptitud y la ineficacia de las fuerzas de seguridad y de los servicios secretos.
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