El poder, como señaló el escritor Lord Acton (1834-1902) y Bakunin asumió plenamente en su trayectoria revolucionaria, corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente, y no se ha de destruir desde dentro del mismo, sino desde fuera. Diversas tendencias que van desde una defensa de una pedagogía libre a grupos naturistas, vegetarianos, partidarios de la eugenesia, esperantistas (el esperanto es un intento de construir un idioma universal), neomalthusianos o pacifistas; es difícil distinguir un nexo común que no sea la desaparición del Estado, tenemos que admitir que muchos de sus seguidores se identificaron con la denominación, y no parece adecuado insistir sólo en que el anarquismo no tiene una unidad básica ni coherencia interna por la mera circunstancia de que en él se incluyen perspectivas teóricas diversas y métodos de acción divergentes y en ocasiones contradictorios.
El anarquismo como movimiento social y sindical mantuvo su poder de convocatoria entre la I Internacional y el final de la Guerra Civil española (1869-1939) y fue en España donde alcanzó su máxima expresión, pero también tuvo su apoyo en Latinoamérica y otros países de Europa. Y fueron los obreros y campesinos los que más se identificaron con él y reivindicaron, desde la acción directa, la colectivización de los medios de producción, sin que por ello tuviera que abolirse la libertad individual. La acracia, no obstante, no se conecta con una clase en la línea que lo hacía el marxismo con el proletariado. Su propósito es liberar a toda la humanidad sin distinción de posición social en el capitalismo imperante, y si tiene mayor fuerza entre los trabajadores, los explotados, es porque estos padecen con mayor virulencia las desigualdades y la injusticia de una sociedad que impone a través del Estado los mecanismos de control para que todo favorezca a los poderosos.
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