Un incentivo es una bala, una palanca, una llave. Con frecuencia se trata de un objeto minúsculo con un poder sorprendente para cambiar una situación. Aprendemos a responder a incentivos, ya sean positivos o negativos, desde el comienzo de nuestras vidas.Un incentivo es, sencillamente, un medio de exhortar a alguien a hacer más algo bueno, y menos algo malo. Pero la mayor parte de los incentivos no surgen de forma natural. Alguien,un economista, un político o un padre, tiene que inventarlos. Existen tres clases de incentivos, económicos, sociales y morales. A menudo un mismo plan de incentivos incluirá los tres tipos.
En lo que al crimen se refiere, las personas también responden a incentivos morales (no desean hacer algo que consideran incorrecto) e incentivos sociales (no quieren que otros les vean hacer algo incorrecto). En el caso de determinados tipos de mala conducta, los incentivos sociales resultan enormemente poderosos.
La extraña y poderosa naturaleza de los incentivos. Un ligero pellizco puede producir resultados drásticos y a menudo imprevistos. Thomas Jefferson lo percibió al reflexionar acerca del minúsculo incentivo que condujo a los incidentes de la Fiesta del Té de Boston y, a su vez, a la Revolución americana: “La disposición de causas y consecuencias de este mundo es tan inescrutable que un impuesto de dos peniques sobre el té, aplicado injustamente en una parte aislada, cambia la condición de todos sus habitantes”.
Referencia: Freakonomics de Stephen J. Dubner y Steven Levitt
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