El Concilio Vaticano II en la constitución Gaudium et spes dice que “toda la vida humana, individual y colectiva, se presenta como lucha, lucha dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Es más, el hombre se siente incapaz de someter con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas”.
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