Escribe el profesor Florentino Portero en un artículo publicado en El Debate, que Hamás no está interesada en la creación de un estado palestino junto a Israel, sino en la desaparición de Israel y en la revolución islamista en la región. No busca defender a la comunidad palestina, prueba de ello su disposición a convertir dos millones de gazatíes en sus escudos humanos. Hace del terror un espectáculo para bloquear tanto el proceso de paz como el acercamiento del bloque árabe a Israel. Su estrategia puede parecer burda, pero funciona. La calle árabe los percibe como héroes, bloqueando el margen de maniobra de sus gobiernos. Europa comienza a denunciar preventivamente a Israel por el impacto de la campaña militar sobre la población palestina, cuando es Hamás quien los ha expuesto y ahora quien anima a no abandonar Gaza. Se vuelve a hablar de la necesidad de resolver la situación creando un Estado palestino, cuando fueron los árabes los que lo rechazaron en 1947 y lo volvieron a rechazar en Camp David, por el miedo de Arafat a Hamás, entre otras razones, y cuando Hamás no está interesada en ello, sino en la completa destrucción de Israel y de la Autoridad Palestina. Se comprende a Hamás cuando es el principal obstáculo para el gobierno palestino y la diplomacia árabe.
La guerra fue siempre un hecho político, pero en nuestros tiempos lo es cada vez más. El papel del campo de batalla clásico pierde protagonismo en beneficio de otro, el propio de la opinión pública, donde las democracias encuentran su talón de Aquiles.
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