Fareed Zakaria señala que la democracia solamente puede cuajar en países económicamente desarrollados. Si los países en desarrollo son “prematuramente democratizados”, el resultado es un populismo que finaliza en la catástrofe económica y el despotismo político; no sorprende que algunos de los países del Tercer Mundo con mayor éxito económico (Taiwán, Corea del Sur, Chile) abrazaran la plena democracia después de un periodo de gobierno autoritario.
China siguió el camino de Chile y Corea del Sur, utilizar un poder del Estado libre de obligaciones para controlar los costes sociales del tránsito al capitalismo y evitar así el caos. La extraña combinación de capitalismo y gobierno comunista, lejos de ser ridículamente anómala, se demostró una bendición; China se desarrolló tan rápidamente no a pesar de su autoritario gobierno comunista, sino gracias a él.¿Es entonces la China actual el país capitalista ideal, en el que la principal tarea del gobernante Partido Comunista es controlar a los obreros e impedir su autoorganización y movilización contra la explotación? ¿No está de ese modo legitimado el poder del Partido por su secreto acuerdo con los nuevos capitalistas, que toma la forma de “vosotros permanecéis fuera de la política y nos dejáis el poder a nosotros, y nosotros mantendremos controlados a los obreros”? Hay algunas buenas razones para mantener esa opinión, señala el filósofo Slavoj Žižek, director internacional del Instituto Birkbeck de Humanidades de la Universidad de Londres.
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