La televisión es ahora el pedagogo de los niños. La televisión es parte de su vida y configura una porción importante de sus conocimientos y su sensibilidad. Varios investigadores en comunicación social subrayan que los niños están expuestos a una homogeneización cultural comercial, formando un auditorio cautivo porque no pueden elegir lo que no se ofrece. Todos ven lo mismo, saben lo mismo, sienten lo mismo y por eso psicológicamente son parecidos, lo cual facilita la tarea de la publicidad. La televisión es mala para los niños porque la programación es mala. Además, no sólo es mala por la presencia de la violencia, sino porque muchas veces el agresor no es castigado, con lo que el niño puede llegar a pensar que hay que aceptar la violencia y acostumbrarse a ella. Sería deseable que el chico pudiera comentar con alguien lo que ve, pero eso sucede raras veces y mucho menos entre los niños que más lo necesitan.En Francia se ha elaborado un informe sobre la relación entre la violencia, la televisión y la protección al niño. El informe empieza por una definición de la violencia, que es una fuerza desreglada que en su deseo de dominación y de destrucción quiere herir la humanidad del ser humano. El trabajo demuestra que la televisión puede acostumbrar a los televidentes a la violencia, hacer que desaparezca la inhibición ante ella y que baje la sensación de culpabilidad después de cometerse un acto de agresión. El informe critica que hayan sido invitados a diferentes programas delincuentes, algo inaceptable dada la respetabilidad social que en principio otorga la aparición en televisión. Señala el informe asimismo un cambio importante en el cine actual y es que ahora abundan los ejemplos de una violencia sin sentido, no castigada y presentada como elemento natural para expresar que se impone la ley del más fuerte.
Otra novedad es que la avalancha de imágenes con contenidos violentos es incesante. Escena tras escena, la agresividad está omnipresente y no pocas veces carece de sentido. El efecto es parecido al del terrorismo porque obliga a convivir con una violencia irracional en medio de la vida cotidiana. Los adultos podrían no haber tomado en serio este cambio dentro del género cinematográfico, potencialmente muy peligroso para las democracias. Si los jóvenes se acostumbran y se convencen de que el mal suele vencer, ¿cómo vamos a transmitir los valores de la democracia?
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