La pobreza no es solamente la falta de dinero, sino la incapacidad para desarrollar todo el potencial de la persona como ser humano. Lo más probable es que una niña pobre de África no vaya a la escuela más que unos pocos años aunque sea brillante, y que no reciba la nutrición necesaria para ser la atleta de élite que podría haber sido, ni la financiación para emprender un negocio si tiene una gran idea. Es probable que esta vida no afecte directamente a la gente en el mundo desarrollado, pero no es imposible que pueda llegar a hacerlo. La niña podría terminar siendo una prostituta seropositiva que infecta a un viajero estadounidense, que después lleva el virus a casa. O podría desarrollar una cepa de tuberculosis resistente a los antibióticos que acaba llegando a Europa. Si hubiese ido a la escuela, la niña podría haberse convertido en la persona que descubriese la cura para el mal de Alzheimer. O podría haberle ocurrido como a Dai Manju, una adolescente china que pudo estudiar gracias a un error administrativo en el banco y que acabó siendo una magnate de los negocios y creando miles de empleos (su historia aparece en el libro La mitad del cielo, de Nicholas Kristof y Sheryl WuDunn). Incluso si esto no ocurre, ¿qué razones pueden existir para no darle una oportunidad?
De los 9 millones de niños que mueren anualmente sin haber cumplido los cinco años, la gran mayoría son niños pobres del sureste de Asia y del África subsahariana y aproximadamente uno de cada cinco muere de diarrea. Está en marcha una iniciativa para poder desarrollar y distribuir una vacuna contra el rotavirus, el virus responsable de muchos de los casos de diarrea. Pero tres soluciones milagrosas podrían salvar ya a la mayoría de estos niños. La lejía (o cloro) para purificar el agua y los dos ingredientes básicos de la solución de rehidratación SRO, la sal y el azúcar. Simplemente con invertir 100 dólares en cloro envasado para el uso doméstico se podrían prevenir treinta y dos casos de diarrea. La deshidratación es la causa principal de muerte por diarrea y la SRO, que es prácticamente gratuita, es una forma de prevención asombrosamente efectiva. Sin embargo, ni el cloro ni la SRO se utilizan demasiado. En Zambia el cloro es barato y se encuentra fácilmente gracias a los esfuerzos de Population Services International (PSI), una gran organización que lo distribuye por todo el mundo a precios subvencionados. Una familia de seis miembros puede comprar suficiente lejía para purificar el agua de uso doméstico, lo que evitaría la diarrea transmitida por el agua, a un coste de 800 kwachas (0,18 centavos de dólar PPC); pero solamente lo hace el 10 por ciento de las familias. En la India, según UNICEF, se suministró SRO solo a una tercera parte de los niños menores de cinco años que sufrieron diarreas. ¿Por qué mueren 1,5 millones de niños al año de diarrea, una enfermedad que a menudo podría evitarse desde el principio y que, en muchos casos, podría tratarse con agua hervida, azúcar y sal?
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