La vida social existe para el bien de las personas, de todas y de cada una en su dignidad. De ahí que sea imprescindible para la vida social el respeto de los derechos de la persona, pero también la promoción de su libertad y de sus responsabilidades. El profesor Arturo Bellocq añade que una persona es imagen y semejanza de Dios, con un valor infinito, cuya felicidad no consiste solo en hacer dinero o pasarlo bien, sino en amar a los demás y ayudar a los demás a ser felices.
El bien común tiene un contenido y una estructura de justicia institucional que es preciso conocer. Implica promover ciertos bienes públicos,la justicia en las relaciones sociales, la paz, la tutela de los derechos humanos, la salud, la educación, el trabajo, etc. Pero hay que promoverlos de acuerdo con la imagen adecuada de la persona humana. Por eso, dice Bellocq, si de un lado es necesario reconocer la igualdad fundamental y ofrecer iguales oportunidades a todos, de otro lado es preciso respetar y promover su libertad, capacidad de iniciativa, etc. y por tanto, excluye los asistencialismos autoritarios que pretenden igualar a todos a la fuerza.
El destino común de los bienes y la propiedad privada, por el que sabemos que Dios creó la tierra para todos y con recursos suficientes, pero nos confió la tarea de administrar los recursos del mundo para que todos puedan vivir bien, lo cual en general se hace a través del trabajo y la propiedad privada, pero cuidando que la libertad con la que nos aplicamos al trabajo y a la producción de riqueza sea siempre una libertad solidaria y no egoísta. Por eso la Iglesia, dice Bellocq, siempre ha relacionado también la solidaridad con la opción preferencial por los pobres.
La subsidiariedad, por la cual un cuerpo de orden superior no debe hacer lo que puede realizar el inferior, sino que debe respetar sus competencias, promover su libertad de iniciativa, ayudarlo para que pueda. Esto implica que no están las familias y las empresas al servicio del Estado, sino al revés, el Estado al servicio de las empresas y demás asociaciones intermedias, de las familias, y estas de las personas, para servirlas como ellas quieren y merecen ser servidas, y no como al político de turno le parece según su ideología.
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