La izquierda ha sido incapaz de responder de manera efectiva a la crisis financiera de 2008 y, más en general, al rechazo del Estado en pro del mercado de las tres últimas décadas. Sin una historia que contar, los socialdemócratas y sus socios liberales y democráticos han estado a la defensiva durante una generación, disculpándose por sus políticas y criticando sin ninguna convicción a sus oponentes. Incluso cuando sus programas son populares, les resulta difícil defenderlos contra las acusaciones de incontinencia presupuestaria o de intromisión gubernamental. En esta situación, ¿qué hacer? ¿Qué tipo de marco político o moral puede proponer la izquierda para explicar sus objetivos y justificar sus metas?, se pregunta el historiador y profesor Tony Judt.
El Estado del bienestar, dice Judt, se ha ido desmontando a hurtadillas para beneficio de un puñado de empresarios y accionistas. Muchos de los bienes y servicios de los que los Estados tratan de desprenderse han sido mal gestionados por incompetencia, inversiones insuficientes, etcétera. No obstante, por mala que sea la gestión, los servicios postales, las redes ferroviarias, las residencias para jubilados, las cárceles y otras provisiones objeto de la privatización no pueden dejarse por completo a los caprichos del mercado.
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