Para Erich Fromm la cuestión respecto de si lo que se produce no podría llegar a bastar en algún momento, queda sofocada por un aumento verdaderamente arrollador de la producción y del consumo, y aunque la mayoría de los hombres en este sistema económico tienen mucho más de lo que necesitan, se ven a sí mismos como pobres, porque no logran seguir el ritmo y aprovechar la masa de bienes disponibles. De este modo, dice Fromm, se fortalece la pasividad, y también la envidia y la avidez, y finalmente el sentimiento de debilidad íntima, de impotencia, de sumisión. El hombre vive sólo como lo que tiene, no como lo que es.
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