La Segunda Guerra Mundial marcó el momento culmen de la British Broadcasting Corporation (BBC). Contaba con ciertas ventajas. Radio Moscú no podía oírse en gran parte de Europa, sus contenidos se centraban en gran medida en las poblaciones soviéticas ocupadas por los alemanes y su estilo parecía atraer solo a los camaradas combatientes de clase. Estados Unidos estaba demasiado lejos y carecía de la información reciente de la que disponían los británicos. La mayoría de los gobiernos en el exilio tenían su sede en Londres. La capital británica era también una especie de centro de documentación para los servicios de inteligencia de la Europa ocupada por el Eje. La BBC contaba además con potencia de transmisión y estaba geográficamente bien situada para lograr una máxima cobertura. Pero, sobre todo, la corporación se ganó una credibilidad casi instantánea. El hecho de que las emisoras de Goebbels solo se hicieran eco de las victorias del Eje hizo que las informaciones y pronósticos conforme a los hechos emitidos por la BBC resultaran más plausibles, aunque los alemanes tuvieran muchos motivos para mostrarse triunfalistas. La BBC no pasaba por alto ni mentía sobre los reveses de los aliados. Cada noche, la BBC emitía 160.000 palabras en veintitrés idiomas diferentes, todas ellas cuidadosamente ensambladas por un pequeño ejército de, a menudo, nada ortodoxos aficionados y con la participación de los gobiernos en el exilio. Cada país tenía su espacio asignado en las ondas, desde un cuarto de hora para Albania, una hora y cuarenta y cinco minutos para Noruega y Yugoslavia, dos horas y cuarto para Polonia, dos horas y media para Holanda, y cinco horas y media para Francia, de las cuales diez minutos lo ocupaban las transmisiones de la Francia Libre.
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