San Juan Evangelista |
“Ya tenía demasiada experiencia en crítica literaria como para considerar que los Evangelios son mitos, escribe C. S. Lewis en Cautivado por la alegría. No tienen el gusto mítico. Y, sin embargo, el mismo tema que narran de esa forma suya, histórica y poco artística (esos judíos mezquinos, poco atractivos, demasiado ciegos ante la riqueza mítica del mundo pagano que tienen alrededor), era precisamente el tema de los grandes mitos. Si alguna vez un mito se hubiera plasmado en la realidad, se hubiera encarnado, sería exactamente como éste. Y no había nada como los Evangelios en toda la literatura. En cierto modo los mitos se parecen a ellos. De otra forma, también la historia se le parece. Pero no había nada que fuera simplemente como ellos. Y no había una persona que fuese como la que éstos describen, tan real, tan reconocible, a través de tanto tiempo, como el Sócrates de Platón o el Johnson de Boswell (aún diez veces más que el Goethe de Eckermann o el Scott de Lockhart) y, sin embargo, tan numínico, iluminado por una luz de más allá del mundo, un dios. Pero si era un dios, como ya no volveremos a ser politeístas, no era un dios, era Dios. Aquí, y sólo aquí, en todo tiempo, el mito podría haberse hecho realidad; el Mundo, carne; Dios, hombre. Esto no es una religión ni una filosofía. Es la reunión y actualización de todas ellas.”
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