Consejos que san Josemaría daba a los padres: – Manifestar confianza: “Trátalos como querrías que te hubieran tratado, cuando tenías su edad. Sobre todo, con una confianza extremada. Más vale que te engañen una vez, que hacerles pensar que no les quieres bastante, que no tienes confianza en ellos. ¡Déjate engañar alguna vez!” (Encuentro en Oporto, Enxomil, 31-X-1972). – Mantener en el ambiente familiar una atmósfera de concordia y de serenidad, de la que brotará en los hijos una actitud de confianza, que les lleve a percibir que la familia es puerto seguro, lugar adecuado en el que prepararse para afrontar la vida. “El problema de la libertad depende mucho de los padres. Es mejor ser comprensivos, aunque no tanto que los chicos hagan lo que les dé la gana. Os insisto: tratadles con cariño, con mucho cariño, no resolvéis nada con un par de cachetes. Hay que explicarles las cosas pedagógicamente, con pedagogía cristiana, para que las comprendan desde pequeñitos, poco a poco” (Encuentro en Pamplona, Belagua, 8-X-1972). – Fomentar la libertad y la responsabilidad: “Haceos amigos, buenos amigos de vuestros hijos: con esa amistad y con la autoridad de padres, dadles consejos oportunos. Vamos a ser condescendientes hasta donde puede serlo un cristiano. Después, dejad tranquilos a vuestros hijos. No les deis una libertad de libertinaje, pero respetadles” (Encuentro en Barcelona, Castelldaura, 28-XI-1972). Un respeto que debería manifestarse de modo especial en la elección de estado, en relación a lo cual pueden aconsejar, pero reconociendo su libertad para tomar una decisión que comprometa toda su vida en el matrimonio o el celibato, el sacerdocio o la vida consagrada. “ No es un sacrificio, para los padres, que Dios les pida sus hijos; ni, para los que llama el Señor, es un sacrificio seguirle. Es, por el contrario, un honor inmenso, un orgullo grande y santo, una muestra de predilección, un cariño particularísimo, que ha manifestado Dios en un momento concreto, pero que estaba en su mente desde toda la eternidad”. – Responder con sinceridad a las preguntas y dudas de los hijos, también cuando son aún pequeños, transmitiendo la verdad siempre de modo adecuado a la capacidad del hijo, pero sin faltar nunca a la veracidad: “Hacedlos leales, sinceros, que no tengan miedo a deciros las cosas. Para eso, sé tú leal con ellos, trátalos como si fueran personas mayores, acomodándote a sus necesidades y a sus circunstancias de edad y de carácter. Sé amigo suyo, sé bueno y noble con ellos, sé sincero y sencillo” (Encuentro en Jerez de la Frontera, Pozoalbero, 12-XI-1972)
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