Cuenta Francis Fukuyama, politólogo estadounidense, que la democracia liberal moderna se basa en el doble principio de la libertad y la igualdad. Los dos se encuentran en tensión perpetua. La igualdad no se puede maximizar sin la intervención de un Estado poderoso que limite la libertad individual; la libertad no puede expandirse indefinidamente sin provocar varias formas de desigualdad social perniciosas. Cada democracia liberal tiene, por tanto, que mantener un equilibrio entre las dos. Los europeos contemporáneos tienden a preferir más la igualdad a expensas de la libertad, y los estadounidenses, por razones arraigadas en su historia, lo contrario.
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