Escribe el filósofo Zygmunt Bauman en su libro Vigilancia líquida que “es el destino (un nombre genérico para todo aquello que no podemos prever o alterar) el que establece el horizonte de las opciones posibles y realistas, pero que es nuestro carácter (el nombre genérico para designar lo que podemos intentar para, de manera consciente, controlar, cambiar o mantener) el que elige entre las distintas opciones. La copresencia y la interacción de estos dos factores en su mayoría autónomos limitan el alcance de las acciones humanas, y en definitiva hacen que nunca puedan ser realizadas plenamente. Ni siquiera los nazis y los comunistas, en sus campos de concentración, ¡no consiguieron eliminar del todo la elección humana! Usted y yo y cualquier persona, desde los tiempos más remotos hasta el futuro más lejano, fuimos, somos y seguiremos siendo homo eligens, un ser que elige, con una historia que hace que seamos así o de otra forma… Y como estoy convencido de esto, creo simultáneamente en la posibilidad y en la ineludibilidad de la moral.
Cada conjunto de circunstancias combinadas en un destino otorga diferentes consecuencias a distintas elecciones. Lo que significa que en circunstancias diferentes las probabilidades de elegir en un sentido o en otro difieren; aunque, al ser homini sapienti, además de homini eligenti, tenderemos a preferir las elecciones menos costosas en detrimento de las más caras (sea cual sea la divisa con la que se midan los costes y beneficios).”
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