Para el escritor colombiano William Ospina la principal característica del ser humano, lo que lo diferencia de todas las otras criaturas, es su capacidad de aprender. Algunos animales son capaces de adiestramiento, de asimilar conductas, pero la mayoría tiene incorporada una información instintiva que sólo le permite sobrevivir y repetir un modo de estar en el mundo. La abeja fabrica miel y nunca se le ocurrirá fabricar otra cosa; la hormiga innumerable saber retacear las hojas y alimentar con ellas al hongo que alimenta su hormiguero; este felino sabe cazar antílopes y este hipopótamo sabe refrescarse en el agua, esta araña sabe tejer su malla exquisita y este castor sabe hacer diques con leños, pero sólo el ser humano es capaz de aprender y de innovar. Es fácil advertir que es peligrosa una criatura capaz de inventar espadas y arados, violines y cañones, catedrales y campos de concentración, sinfonías y bombas nucleares, pero no sé si somos plenamente conscientes de que nuestra capacidad de aprender es a la vez nuestro principal privilegio y nuestro principal peligro. Que los recursos con que construimos nuestra civilización, el lenguaje, el Estado, la técnica, la ciencia, el pensamiento, la disciplina, también pueden servir para construir nuestro infierno.
Si se puede esperar de nosotros lo peor, también es un consuelo saber que se puede esperar lo mejor.
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