Han tenido que pasar varios años de grave depresión económica, la peor de la economía occidental desde la década de 1930, para que el resentimiento generado por la polarización económica empezase a desplazar al resentimiento contra la supuesta superioridad intelectual. Curiosamente, sus dos expresiones más visibles las han formulado intelectuales. El desplome general de la confianza en la capacidad del mercado libre para generar un futuro mejor para todos, más aún, el creciente pesimismo con respecto al futuro del sistema económico actual, lo pusieron sobre la mesa los periodistas de economía, y no, salvo contadísimas excepciones, los supermillonarios. La ocupación de lugares próximos a Wall Street y otros centros de la banca y las finanzas internacionales bajo el lema de “Somos el 99 por 100” frente al 1 por 100 de los superricos, se hizo en clara sintonía con las simpatías del público general. Incluso en Estados Unidos, las encuestas mostraban un apoyo del 61 por 100, lo cual supone incluir sin lugar a dudas a un gran grupo de republicanos antiliberales. Pero por supuesto, estos manifestantes que plantaron sus tiendas de campaña en terreno enemigo no eran el 99 por 100. Eran, como tantas otras veces, lo que se ha dado en llamar el “ejército de escenificación” del activismo intelectual, el destacamento de estudiantes y bohemios dispuestos a movilizarse, que armaba escaramuzas con la esperanza de que acabasen convertidas en batallas, escribe Eric Hobsbawm, historiador británico de origen judío.
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