Charles Péguy afirma que “la religión del progreso es, con mucho, la mayor herejía moderna e irreligión”. Y solo unas décadas más tarde, Simone Weil afirma que la idea de progreso es “la idea atea por excelencia”.
Cuando Plutarco afirma que “es cosa más fácil fundar una ciudad en el aire que constituir una ciudad sin la creencia de los dioses”, pone voz a la sabiduría de la humanidad de todos los tiempos. En cambio, cuando el progresismo sostiene que una sociedad no requiere en absoluto de un sentido religioso para su conservación y que el progreso de la humanidad consiste en liberarse de los viejos vínculos religiosos recibidos del pasado, habla exclusivamente por una parte pequeña de esa humanidad y de tiempos recientísimos.
Cuando Plutarco afirma que “es cosa más fácil fundar una ciudad en el aire que constituir una ciudad sin la creencia de los dioses”, pone voz a la sabiduría de la humanidad de todos los tiempos. En cambio, cuando el progresismo sostiene que una sociedad no requiere en absoluto de un sentido religioso para su conservación y que el progreso de la humanidad consiste en liberarse de los viejos vínculos religiosos recibidos del pasado, habla exclusivamente por una parte pequeña de esa humanidad y de tiempos recientísimos.
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