En el verano de 2014, a lo largo de cien días, el Estado islámico de Iraq y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés) transformó la política de Oriente Medio. Los combatientes yihadistas combinaron el fanatismo religioso y la experiencia militar para obtener victorias espectaculares e inesperadas en contra de las fuerzas iraquíes, sirias y kurdas. ISIS llegó a dominar la oposición sunita a los gobiernos de Iraq y Siria ya que se expandió por todas partes, desde la frontera de Iraq con Irán hasta el Kurdistán iraquí y la periferia de Alepo, la ciudad más grande de Siria. Durante este rápido surgimiento, ISIS actuó como si se hubiera embriagado con sus propios triunfos. No le importó agrandar la lista de sus enemigos, uniendo a rivales de mucho tiempo como los Estados Unidos e Irán a partir de un miedo común a los fundamentalistas. Arabia Saudita y las monarquías sunitas del Golfo se unieron a los ataques aéreos de los Estados Unidos sobre ISIS en Siria debido a que sentían que representaba una amenaza a su supervivencia y al statu quo político en Oriente Medio, mayor que cualquier cosa que hubieran visto desde que Saddam Hussein invadió Kuwait en 1990. Iraq y Siria se acercaron más a la desintegración a medida que sus diversas comunidades (chiitas, sunitas, kurdos, alauitas y cristianos) descubrieron que estaban peleando por su existencia misma. ISIS, implacable a la hora de imponer la sumisión a su variante exclusiva y sectaria del Islam, asesinó o forzó a huir a todos aquellos a los que consideraba apóstatas y politeístas, o que simplemente estaban en contra de sus reglas. El mundo no había visto algo similar al uso que ellos hicieron de la violencia pública para aterrorizar a sus oponentes desde los Jemeres Rojos.
Los cien días de ISIS en 2014 marcan el fin de un período particular en la historia iraquí que comenzó con el derrocamiento de Saddam Hussein, producto de la invasión estadounidense y británica en marzo de 2003. Desde entonces, ha habido un intento por parte de la oposición iraquí de destituir al antiguo régimen y sus aliados extranjeros para crear un nuevo Iraq en el que las tres comunidades compartan el poder en Bagdad. El experimento fracasó rotundamente y parece que será imposible resucitarlo, debido a que las líneas de combate entre kurdos, sunitas y chiitas ahora son demasiado rigurosas y amargas.
Gracias a los veloces ataques efectuados en junio de 2014 en muchos frentes a la vez a lo largo del centro y el norte de Iraq, los militantes de ISIS han desbancado a Al Qaeda como el grupo yihadista más poderoso y efectivo del mundo. Pocas horas de los ataques del 11 de septiembre, los primeros movimientos de Washington dejaron en claro que la guerra antiterrorista se llevaría a cabo sin ninguna confrontación con Arabia Saudita o Paquistán, dos aliados cercanos a los Estados Unidos, a pesar de que sin la participación de estos dos países hubiera sido poco probable que dichos ataques ocurrieran. De los 19 secuestradores que actuaron ese día, 15 eran saudíes. Bin Laden procedía de la élite saudí. En subsecuentes documentos oficiales estadounidenses, varias veces se hizo énfasis en que el financiamiento de Al Qaeda y los grupos yihadistas procedía de Arabia Saudita y de las monarquías del Golfo. En cuanto a Paquistán, desde principios de los noventa su ejército y su servicio militar desempeñaron un papel determinante en impulsar al poder a los talibanes en Afganistán, donde acogían a Bin Laden y Al Qaeda. Después de una breve interrupción durante y después del 11/9, Paquistán retomó su apoyo a los talibanes afganos. Al hacer referencia al papel central de Paquistán en el respaldo a los talibanes, el fallecido Richard C. Holbrooke, representante especial estadounidense ante Afganistán y Paquistán, dijo: «Quizás estemos luchando contra el enemigo equivocado en el país equivocado». La importancia de Arabia Saudita en el surgimiento y el regreso de Al Qaeda con frecuencia se malentiende y se subestima. Arabia Saudita ejerce influencia debido a que su petróleo y su vasta riqueza la hacen poderosa en Oriente Medio y más allá. Sin embargo, no solo los recursos financieros hacen que sea un jugador importante. Otro factor es la propagación que hace del wahabismo, versión fundamentalista del Islam del siglo XVIII, que impone la ley sharia, relega a las mujeres a ser ciudadanas de segunda clase y considera a los musulmanes chiitas y sufíes como no musulmanes que deben ser perseguidos junto con cristianos y judíos.
En décadas recientes, la forma en la que el wahabismo se está apoderando de la corriente principal del Islam sunita es mediante un progreso extraordinario en el mundo islámico. En un país tras otro, Arabia Saudita está aportando dinero para el entrenamiento de predicadores y la construcción de mezquitas.
Referencia:ISIS (Patrick Cockburn)
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