Óscar Jaime Jiménez escribe que “si bien es cierto que en términos históricos y fundamentalmente desde la Revolución Francesa, el uso de la violencia ha sido criticado de forma creciente, reduciéndose significativamente su empleo explícito y asumiendo un gran riesgo cualquier actor que se proponga instrumentalizarlo, sin embargo, la capacidad por parte de nuestras sociedades para desarrollar argumentos que permitan aplicar y recodificar la violencia, considerándola como un mal menor en aras de la consecución de objetivos superiores. Por otra parte, también estamos asistiendo al surgimiento de formas alternativas que permiten sublimar la violencia a través de sutiles guerras de influencia y del creciente y sofisticado papel desempeñado por internet y las redes sociales. Sus incruentas apariencias no generan alarma social, a pesar de que los daños que pueden provocar son muy cuantiosos, susceptibles de ser complementados tácticamente mediante el terrorismo convencional, afectando a la estructura cognitiva de la población, y en definitiva, al normal funcionamiento de un país democrático.En cualquier caso, tampoco debe olvidarse el socorrido recurso de desplazar las guerras a espacios lejanos para ser combatidas por terceros actores, por delegación, evocando prácticas de la Guerra Fría.”
“Las guerras convencionales prácticamente han desaparecido y el sufrimiento asociado a ellas, al margen del puntual conflicto ruso-ucraniano. Sin embargo, la desigualdad social, que vincula directamente la economía con la sociedad, se está incrementando, lo que previsiblemente contribuirá a generar tensiones sociales que en el futuro aumentarán debido a que los datos socioeconómicos apuntan con determinación hacia una agudización de dichas tendencias, si bien no sería la pobreza favorecida por la desigualad el factor que impulse las tensiones sociopolíticas y por tanto el riesgo de violencia. Paradójicamente, la inestabilidad podría ser consecuencia de expectativas creadas sobre la base de una previa reducción de la pobreza. Es decir, la frustración generada por la esperanza de una mejora esperada y que no llega, constituiría un factor determinante para incrementar los niveles de insatisfacción. Las agitaciones a las que hemos asistido en los últimos años en España,Francia, Ecuador, Chile, y otros países, son una muestra del temor de las clases medias a descender de estatus, viéndose abocadas a la proletarización, al abandono de las expectativas generadas y la consecución de aquellos objetivos considerados merecidos. Dichos procesos combinados con una determinada deriva demográfica allí dónde los jóvenes son amplia mayoría, incrementan los riesgos de explosión social por la querencia de los sectores juveniles formados por varones solteros en entornos urbanos a adoptar posturas maximalistas y resolutivas, existiendo siempre grupos de vanguardia dispuestos a explorar la práctica violenta.”
Referencia: El futuro del terrorismo, su prevención de Óscar Jaime Jiménez, profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Revista de Estudios en Seguridad Internacional
“Las guerras convencionales prácticamente han desaparecido y el sufrimiento asociado a ellas, al margen del puntual conflicto ruso-ucraniano. Sin embargo, la desigualdad social, que vincula directamente la economía con la sociedad, se está incrementando, lo que previsiblemente contribuirá a generar tensiones sociales que en el futuro aumentarán debido a que los datos socioeconómicos apuntan con determinación hacia una agudización de dichas tendencias, si bien no sería la pobreza favorecida por la desigualad el factor que impulse las tensiones sociopolíticas y por tanto el riesgo de violencia. Paradójicamente, la inestabilidad podría ser consecuencia de expectativas creadas sobre la base de una previa reducción de la pobreza. Es decir, la frustración generada por la esperanza de una mejora esperada y que no llega, constituiría un factor determinante para incrementar los niveles de insatisfacción. Las agitaciones a las que hemos asistido en los últimos años en España,Francia, Ecuador, Chile, y otros países, son una muestra del temor de las clases medias a descender de estatus, viéndose abocadas a la proletarización, al abandono de las expectativas generadas y la consecución de aquellos objetivos considerados merecidos. Dichos procesos combinados con una determinada deriva demográfica allí dónde los jóvenes son amplia mayoría, incrementan los riesgos de explosión social por la querencia de los sectores juveniles formados por varones solteros en entornos urbanos a adoptar posturas maximalistas y resolutivas, existiendo siempre grupos de vanguardia dispuestos a explorar la práctica violenta.”
Referencia: El futuro del terrorismo, su prevención de Óscar Jaime Jiménez, profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Revista de Estudios en Seguridad Internacional
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