“¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece? ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla? ¿Quién no presta oídos a una campana que tañe por algún motivo?”. Así reflexionaba un poeta inglés del siglo XVII, al caer en la cuenta de que tantas cosas de nuestra vida no son en realidad algo impersonal, como surgido de un azar sin rostro. Convencido de que detrás de todo siempre hay alguien, un otro involucrado, una relación, al menos ofrecida, concluía: “Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario