domingo, 23 de marzo de 2025

La tendencia a apartar la religión del análisis

Cada vez son menos los que, a pesar de su preparación intelectual, están en condiciones de entender el papel de la religión en la vida personal y social, y en las intrincadas dinámicas geopolíticas. La tendencia a apartar la religión del análisis llega a ser tan poderosa, que se borran las partes de la fotografía que incomodan. Lo que no encaja, se desecha.El ejemplo de Nigeria es paradigmático; en el país más poblado de África, que llegará a tener, según dicen las proyecciones, 550 millones de habitantes en 2100 (Macrotrends; Nigeria Population Growth Rate 1950-2023), grupos terroristas compuestos por miembros de la etnia Fulani (predominantemente dedicados al pastoreo bovino), han asesinado a miles de cristianos (mayoritariamente agricultores). El relato hegemónico (esto es, la versión preferida de la realidad repetida por los medios y políticos dominantes) es que se trata de una “lucha por los recursos naturales” propiciada por el omnipresente cambio climático……En junio de 2022, terroristas Fulani entraron en la iglesia de San Francisco Javier de Owo (estado de Ondo) y abrieron fuego contra los fieles que celebraban Pentecostés, asesinando a 50 feligreses católicos, entre ellos varios niños (Cernuzio, S.; “Masacre en iglesia católica de Nigeria, las condolencias del Papa”). El presidente de Irlanda, Michael D. Higgins, declaró tras la masacre que los Fulani “no debían ser chivo expiatorio porque eran víctimas del cambio climático”. El terrorismo islamista Fulani y su sangrienta obsesión por expulsar de sus tierras a los cristianos (que son mayoría en la mitad sur del país) para hacerse con ellas e implantar el islam no casa con el relato deseado, particularmente cuando las víctimas son cristianas, tabú mediático occidental.
El Servicio Exterior de la Unión Europea (SEUE) está aquejado de una distorsión de visión similar, como parte del entramado de una Unión Europea que lidera la narrativa hegemónica. Durante años prefirió obviar la dimensión religiosa de la geopolítica, afirmando alegremente “we don’t deal with religion”, como si se tratara de evitar un indebido acto de confesionalidad.  Hasta que la realidad desbordó, en parte, el prejuicio. Había que adaptar el relato, y se encontró la panacea del diálogo interreligioso. Era preciso, entonces, promover el diálogo entre religiones, como si se tratara de la receta universal a los problemas del terrorismo islámico. Y, ciertamente, no lo es. No quiere aceptarse bajo ningún concepto (ni siquiera nombrarlo), que existe un problema de primer nivel en el islam; su incapacidad para interpretar sus propios textos sagrados a la luz de la racionalidad, las ciencias positivas y la experiencia, y excluir toda malsana literalidad que permite sin grandes esfuerzos apelar a una concreta sura coránica para justificar la guerra “santa”, el asesinato del infiel, y, en última instancia, la pretendida superioridad moral e histórica del islam.
La libertad religiosa es el canario en la mina, el más fiable y rápido detector del deterioro del ecosistema de derechos humanos. Pero el sectarismo, la indiferencia y, no menos, la supina ignorancia de su papel y relevancia para la preservación de la dignidad humana y la configuración de las civilizaciones y la cultura de los pueblos nos ha llevado por caminos oscuros de los que no sabemos salir. Nada puede esperarse de los enemigos de la libertad ni de los enemigos de la dimensión religiosa del hombre, sino sometimiento o indiferencia.
Referencia: Revista Suroeste. José Luis Bazán.

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