Sin duda, escribe Dominique Lapierre, os preguntareis que relación hay entre las excentricidades de un torero andaluz que corre un riesgo de muerte y la verdadera y espantosa muerte de un amigo entre las balas rusas en Budapest; entre un mecánico negro de Nueva Orleans que resucita el automóvil de un adolescente loco por los vehículos antiguos, y un niño leproso de Calcuta que consigue vencer la miseria; entre un gángster que lucha contra su ejecución en el corredor de la muerte de una cárcel norteamericana, y el liberador del imperio colonial más grande de todos los tiempos; entre un idealista que ofrece su vida para salvar los elefantes de África, y un general nazi que se niega a ejecutar la orden dada por Hitler de desencadenar el apocalipsis… A priori no hay ninguna relación, salvo la voluntad, enterrada en el corazón del hombre, de batirse por ver triunfar aquello en lo que cree.
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