El cambio que sufren las artes industriales o decorativas durante el siglo XIX es de gran importancia, por cuanto no se trata ya de conseguir obras de calidad artística como hasta entonces, sino de producir obras que encuentren fácil comercio por su bajo precio. Ya no van a servir únicamente para los artistas y artesanos puedan plasmar en ellas su ingenio y valía, escribe Ballesteros Arranz, sino que se industrializa su producción para satisfacer las necesidades de la pujante burguesía que ahora se desarrolla. La industria adelanta a pasos agigantados, sobre todo en Inglaterra y Francia, países a los que España trata de imitar a pesar de su retraso en el desarrollo Industrial.
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