miércoles, 29 de enero de 2020

Las transformaciones de una economía se producen rápidamente, pero los cambios sociales no suceden a la misma velocidad



Hoy, con un desempleo elevado los gobiernos intentan reducir el coste del trabajo para las empresas, y si hay menos gente trabajando hay menos nóminas para gravar. Los riesgos políticos que entraña hacer pagar a cada votante por servicios de los que sólo se van a beneficiar algunos (los desempleados, los ancianos, los enfermos) son altos, aunque no tan altos como no proporcionar esos servicios, pues los impedidos, los mayores y los desempleados también son votantes. Ahora hay una tercera opción, reducir las prestaciones y ajustar el desempleo y otros pagos compensatorios de acuerdo con las cotizaciones (y la renta) de la persona y su disposición a buscar y aceptar un trabajo si lo encuentra. Ahora se dice que ésta es la política social apropiada para una economía global, penaliza la negativa a aceptar un trabajo en las condiciones presentes, reduce los costes de las empresas y limita la deuda del Estado. El resultado de esta tercera vía sólo puede ser mayor pobreza, una brecha creciente entre los que tienen trabajo estable y los que no lo tienen, y cada vez más hombres y mujeres excluidos de la comunidad trabajadora que tiene un sueldo y paga impuestos, y que comprensiblemente los mira con temor y recelo. Éstos son los perdedores, los descualificados, los no cualificados, los trabajadores a tiempo parcial, los inmigrantes, los desempleados, que son vulnerables porque han perdido las formas relacionadas con el trabajo de afiliación institucional, apoyo social y solidaridad ocupacional que en su tiempo caracterizaron al proletariado industrial, escribe el profesor Tony Judt.



Y añade Tony Judt que es irrealista en extremo esperar que la gente cambie de habilidades y de hogar cada vez que lo dictan las fuerzas del mercado. Las transformaciones de una economía pueden producirse muy rápidamente, pero los cambios sociales que las acompañan no suceden a la misma velocidad. Es la brecha entre el cambio económico y el ajuste social, una brecha que ya dura media generación y que probablemente permanecerá durante los próximos años, lo que está causando el presente dilema y se ha convertido, por analogía con la gran Cuestión Social del siglo XIX, en el problema crucial de nuestro tiempo.

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