Contaba Fernando Díaz-Plaja que María Tudor mató a todos los protestantes que pudo, e Isabel I a todos los católicos que encontró en su camino. Si el título de “sangrienta” (Bloody Mary) se le da a la primera y no a la segunda, es porque, en Gran Bretaña, acabaron ganando los suyos, que son los que escriben la historia y ponen los títulos.
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