San Francisco de Asís, dice Chesterton, recorrió el mundo como Perdón de Dios. Su aparición señaló el momento en que los hombres podían reconciliarse no sólo con Dios, sino con la Naturaleza, y, lo que era más difícil, consigo mismos; el momento en que el añejo paganismo que envenenó al mundo antiguo se extirpaba, por fin, del corazón humano.
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