No hay dudas de que el ambiente acogedor del hogar constituye el escenario más adecuado para hospedar la intimidad. Como insinúa el historiador de la arquitectura, Witold Rybczynski, si puede afirmarse que la idea de intimidad es una invención burguesa, algo semejante ocurre con otras dos nociones asociadas a ese término, las ideas de domesticidad y confort. Todos esos conceptos estaban ausentes de las habitaciones medievales, viviendas en las cuales todos compartían casi todo. Tanto la necesidad como la valorización de un espacio íntimo, aquel que se destinaba a cada uno y solamente a cada uno, fueron consolidándose a lo largo de los últimos cuatrocientos años de la historia occidental, muy especialmente a partir de los inicios del siglo XIX, como ha mostrado Virginia Woolf. Entre los estímulos para crear esa escisión público-privado, y para la gradual expansión de este último ámbito en desmedro del primero, figuran varios factores, la institución de la familia nuclear burguesa, la separación entre el espacio-tiempo de trabajo y el de la vida cotidiana, además de los nuevos ideales de domesticidad, confort e intimidad. Resulta significativo que todos estos elementos hoy estén en crisis y, probablemente, también en mutación, escribe la antropóloga Paula Sibilia
No hay comentarios:
Publicar un comentario