martes, 28 de enero de 2020

Goethe y Beethoven


*En julio de 1812, Goethe recibe una invitación para que vaya inmediatamente a Teplitz, donde desea hablarle la emperatriz de Austria. Goethe marcha a Teplitz; hacía ya una semana que Beethoven estaba allí. Goethe va a ver a Beethoven. Teplitz estaba entonces lleno de emperadores y emperatrices, pájaros archiducales y pájaros hembras de la Corte. Beethoven no era de aquellos a quienes deslumbraba tal plumaje. Escribe: “Pocos hombres y, en tan,  pequeño número, nada sobresaliente… Vivo solo, solo…”. Entonces es cuando dirige a la niñita de ocho años la carta donde se halla la famosa frase: “No reconozco otro signo de superioridad que la bondad”. Mas ese mismo día, en una carta a sus editores, se interrumpe y escribe: “Goethe está aquí”.Goethe procede noblemente. Él fue el primero (domingo 19 de julio). Y también él como tantos otros, quedó subyugado desde la primera mirada. El mismo día escribe a su mujer: “Hasta ahora nunca he visto un artista tan poderosamente concentrado, tan enérgico ni tan interior”. Goethe no se ha permitido en toda su existencia tal confesión de superioridad ante otro hombre. La mirada de Goethe ha captado lo esencial del genio de Beethoven, su personalidad única. La prueba de que Goethe está conquistado la tenemos en que el día siguiente, 20 de julio, pasean juntos. Al otro día, 21, Goethe vuelve, por la noche, a casa de Beethoven. Nuevamente va el jueves 23, y Beethoven toca el piano… Pero cuatro días después, el 27, Beethoven se marcha de Teplitz: va a Karlsbad por orden de su médico. Goethe sólo lo encuentra del 8 al 11 de septiembre. ¿Vuelven a verse allí? Se ignora. El 12, Beethoven marcha nuevamente desde Karlsbad a Teplitz, donde Goethe no regresa.Los dos hombres no volverán a verse en toda su vida.


Goethe estuvo todo lo cordial que le permitía su naturaleza, siempre algo envarada. Beethoven no le decepcionó, y la impresión del día siguiente no contradijo la primera. Pero la de Beethoven, no parece tan satisfactoria. Este poeta le pareció un Geimrath muy cuidadoso de la etiqueta y respetuoso con el rango, hombre de sociedad, correctísimo, suficiente, siempre atento a sí mismo, sin confiarse nunca y que, después de oírle improvisar ante el piano le dijo cortésmente que había tocado “de un modo encantador”. Goethe, embarazado sin duda para apreciar la música, cumplimentó al músico por la agilidad de sus dedos y su manera “perlada”, adoptando aires conmovidos y penetrados. Pero el juicio estético, el juicio de razón, que Beethoven esperaba de un Goethe, no apareció, porque Goethe, en el fondo, nada pensaba, no comprendía…

*Fuente: Goethe y Beethoven(Romain Rolland)

No hay comentarios:

Publicar un comentario