La mitomanía es un trastorno psicológico que consiste en mentir de manera compulsiva y patológica. El mitómano falsea la realidad para hacerla más soportable e incluso puede tener una imagen distorsionada de sí mismo, generalmente con delirio de grandeza. Una investigación de la University College de Londres dio a conocer que cuando mentimos por primera vez se produce una gran activación de la amígdala y esto nos hace sentir mal. Pero cuando seguimos mintiendo entonces se borra y puede convertirse en algo positivo en el cerebro de quien lo hace. Como muchas otras enfermedades relacionadas con la psicología y la mente, mentir puede convertirse en toda una adicción. Es entonces cuando influye en la vida de quienes mienten y de quienes les rodea, pudiendo necesitar un tratamiento.
Los mentirosos compulsivos, escribe Marta Burgues, buscan constantemente la aceptación y admiración del resto de personas y con la mentira también están llamando la atención del resto. Las personas que continuamente viven en la mentira suelen tener la autoestima más bien baja. No confían en nadie y todo ello lo suelen hacer porque se sienten inferiores a los demás. Hay un fuerte problema psicológico de base. Además, también son personas narcisistas que solo piensan en ellos mismos. De ahí que no les importe en absoluto mentir y engañar al resto de personas.Tales personas castigan y humillan al resto con sus mentiras. Y no solo ello sino que también alardean, muestran falsa modestia y acaban siendo grotescos. Una de las características de estas personas es que llegan a creerse sus propias mentiras. Viven en un mundo paralelo en el que la fantasía se apodera de su ser.
Quien miente compulsivamente se enfrenta a grandes situaciones de estrés ya que debe sostener toda una urdimbre de irrealidades que terminan condicionando su vida y las relaciones sociales. La mitomanía altera directamente el sistema nervioso central. Para Ana Gardey no se deben menospreciar las potenciales consecuencias de la mitomanía, ya que lejos está de ser una simple tendencia a retocar la realidad con historias ficticias; cuando un mitómano pierde el control, no sólo todas sus relaciones fracasan rotundamente, sino que puede incurrir en actos delictivos sin ser consciente de ello. Un mitómano llega un punto en el que las mentiras cobran más fuerza que la verdad.
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