Han pasado 18 años desde que, en 2006, un grupo de radicales afincados en Mogadiscio influyendo en los tribunales regionales con la ley sharia fundasen el grupo paramilitar Harakat al-Shabab. El grupo se ha mantenido como uno de los pocos grupos yihadistas enfocado en su pulso particular con las autoridades nacionales y regionales, actuando también en países fronterizos, como Kenia. Un hecho que, hasta el momento, le está dando más longevidad que otras organizaciones de carácter transfronterizo, como ha sido el caso de la propia Al-Qaeda o del Estado Islámico. Al-Shabab sigue contando con una fuerza de entre 7.000 y 12.000 milicianos, según indica el especialista en la región del cuerno de África Stig Jarle Hansen en un artículo para The Conversation. Hansen sostiene que la supervivencia de Al-Shabab tiene que ver con el fracaso de occidente en el país y en la región. A la fallida presencia de Estados Unidos y Naciones Unidas, que se retiraron en 1994, siguió un Estado inestable y la acuciante urgencia por una hambruna que iba afectando cada vez a más parte de la población. En su discurso, Al-Shabab ha sabido recordarle a los somalíes que las instituciones democráticas creadas por occidente son falibles y que no ofrecen la seguridad que la población local necesita.
Otro factor es el de la financiación ilegal. Al-Shabab ha tejido una red de recaudación de impuestos ilegales y de lavado dinero que le ha permitido costear buena parte de su infraestructura. El contrabando y otras acciones también han contribuido a la economía del grupo.Hansen también menciona la debilidad del ejército somalí y el refugio que los yihadistas han encontrado en la zona media y baja de Juba, en el sur de Somalia, así como en la región suroccidental, donde mantienen un control arraigado desde hace más de 15 años y han desarrollado toda una estructura administrativa bien establecida.
La historia de Al-Shabab ha contribuido en buena parte al empeoramiento de la situación de los cristianos en Somalia. Se hecho, el país ha sido considerado como el segundo lugar del mundo más hostil para los cristianos por la organización Puertas Abiertas en las dos últimas ediciones de su Lista Mundial de Persecución.Incluso en las relaciones familiares y personales, los cristianos son a menudo marginados y hostigados en una sociedad mayoritariamente musulmana y de tendencia conservadora.