Decía Adam Smith que el libre mercado actúa como una especie de mano invisible que conduce a cada empresa a producir lo que los consumidores quieren. A pesar de este principio básico de la economía, muchos gobiernos de todo el mundo introducen regulaciones o barreras que impiden el libre funcionamiento del mercado. A menudo, esas regulaciones responden a buenas intenciones. El problema es que las buenas intenciones no siempre bastan para garantizar buenos resultados y hay que sopesar cuidadosamente sus consecuencias. Es necesario recordar, dice Xavier Sala i Martín, profesor en la Universidad de Columbia,que los impuestos distorsionan los precios de mercado y conducen a la toma de decisiones equivocadas.
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