Atacar la democracia constitucional en nombre de su otra democracia verdadera; pedir permanentemente diálogo, no para dialogar, sino para forzar la asunción de sus postulados anticonstitucionales y, por último, criticar la judicialización de la política. Son trucos burdos y elementales, pero que han demostrado, y están demostrando, una gran eficacia. “No se pueden arreglar los problemas políticos por la vía judicial”, hemos oído mil veces en Euskadi, y oiremos otras mil en Cataluña. Y tienen razón, la Justicia no está para arreglar los problemas políticos, para eso están las instituciones representativas y los partidos políticos. La Justicia está para recuperar la legalidad truncada. La función de los jueces, escribe Andoni Unzalu, es recuperar el imperio de la ley, para que la solución política sea posible; porque sin legalidad, la política, al menos la democrática, desaparece, para caer en el abismo del totalitarismo.
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