Advierte Robert Sarah, que la miseria material conduce a una forma de vida infrahumana, origen de grandes sufrimientos. El horizonte parece no existir ya.
La humanidad nunca ha sido tan rica, añade el cardenal Sarah, pero alcanza cimas de miseria moral y espiritual insólitas debido a la pobreza de nuestras relaciones interpersonales y de la globalización de la indiferencia.
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