Oriana Fallaci afirma en su libro La fuerza de la Razón que hoy está de moda darse golpes de pecho a cuento de las Cruzadas, echar pestes de Occidente a cuento de las Cruzadas, considerar las Cruzadas una injusticia cometida contra los pobres musulmanes inocentes. Pero antes que una serie de expediciones encaminadas a reconquistar el Santo Sepulcro, las Cruzadas fueron la respuesta a cuatro siglos de invasiones, ocupaciones, vejaciones y carnicerías. Fueron una contraofensiva para bloquear el expansionismo islámico en Europa. Para desviarlo hacia Oriente. Hacia la India, Indonesia, China, el continente africano, incluso hacia Rusia y Siberia, donde los Tártaros convertidos al Islam estaban ya difundiendo el Corán. Concluidas las Cruzadas, de hecho, los hijos de Alá volvieron a torturarnos como antes y más que antes. Por obra de los turcos, esta vez, que se estaban aprestando a parir el Imperio Otomano. Un imperio que hasta el año 1700 concentró sobre Occidente toda su codicia, su voracidad, y transformó Europa en su campo de batalla preferido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario