La moribunda, una mujer con mantilla, ya de alguna edad, que había llevado aún, en todo su drama, y sin saber cómo, asida la bolsa de hule de la que emergían unas legumbres tintas en sangre, elevó imperceptiblemente su mirada; babeaba o balbucía; abrió el rictus de su boca, con sed de esa Sagrada Forma. (El viudo Rius de Ignacio Agustí)
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