En 1993, cuando el programa Dateline de la cadena de televisión norteamericana NBC emitió un programa que denunciaba la utilización de trabajo infantil en las plantas textiles que la empresa americana Wal Mart tenía en Bangladesh. Miles de antiglobalizadores se manifestaron pidiendo el boicot a dicha empresa. La multinacional cedió ante la presión y dejó de explotar a millares de menores. ¿Qué pasó con esos niños? Un estudio realizado en 1995 llegó a una triste conclusión, los que no habían ido a trabajar en empresas locales a cambio de salarios inferiores, acabaron en prostíbulos indios o tailandeses. Pocos fueron los que asistieron al colegio. La razón está clara, cuando uno es pobre no puede permitirse el lujo de ir a la escuela y se busca la vida como sea. Y, normalmente, la vida que ofrecen las multinacionales explotadoras, por mala que sea, es mucho mejor que la de las empresas locales o la prostitución.
La explotación sexual de niños es un grave problema, sobre todo en el Tercer Mundo. La amenaza del sida no parece haber hecho mella en el turismo sexual de paraísos como Tailandia, la India y Cuba. De hecho, la creencia de que las niñas no son portadoras del sida o de que el sexo con vírgenes es un antídoto para las enfermedades venéreas puede haber disparado la prostitución infantil en todo el mundo. La Unicef calcula que un millón y medio de niños y niñas viven del sexo en todo el planeta.
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