Hellen Keller recordaba una conversación con una amiga que acababa de regresar de un paseo por el bosque. Cuando le preguntó a su amiga qué había observado, esta respondió: “Nada en particular”. “Me pregunto cómo es posible,dice Helen, caminar durante una hora por el bosque y no ver nada notable. Yo, que no puedo ver, encuentro cientos de cosas. La delicada simetría de una hoja, la piel lisa de un abedul plateado, la corteza áspera de un pino. Yo, que soy ciega, puedo dar un consejo a los que ven; usad vuestros ojos como si mañana fueran a quedar ciegos. Oíd la música de las voces, la canción de un pájaro, las poderosas melodías de una orquesta como si mañana fuerais a quedaros sordos.Tocad cada objeto como si mañana fuerais a perder el tacto. Oled el perfume de las flores, saboread con deleite cada bocado, como si a partir de mañana ya no pudierais volver a saborear u oler. Aprovechad al máximo cada sentido. Gozad la gloria de todas las facetas y placeres y belleza que el mundo os revela”.
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