¿Tendría sentido que hubiera medios económicos para construir lugares de diversión y de recreo con buenos materiales, incluso lujosos, y que para el culto divino sólo se encontraran lugares, no pobres, sino pobretones, fríos, desangelados? Entonces tendría razón el poeta francés Paul Claudel,cuando dice que la desnudez de algunas iglesias es “la manifestación al exterior de nuestros pecados y defectos: debilidad, indigencia, timidez en la fe y en el sentimiento, sequedad del corazón, falta de gusto por lo sobrenatural…”.
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