Me habían tratado con dignidad

Anchee Min escribe en La buena lluvia sabe cuando caer: “No conocía a Dios, pero comencé a sentir su gracia en América, donde, a pesar de haber sufrido algunas malas experiencias, me habían tratado con dignidad. Por ejemplo, la señora de las telas pintadas a mano, la señora Lueng, se tomó la molestia de negociar conmigo. No me robó ni acabó conmigo como si yo fuera un bicho. La fiel practicante de la parada de autobús me mostró que en aquel país todo el mundo gozaba de libertad. Se le permitía actuar como una loca en la búsqueda de sus propias creencias. A los indigentes, alcohólicos y drogadictos les dejaban deambular por las calles. Al Club Comunista del campus se le permitía existir. Los estudiantes de arte podían quemar la bandera estadounidense y pintar al alcalde en sujetador con toda libertad. Comencé a escribir a mis padres poniendo al final de las cartas un “Con cariño”. Fue el principio de mi transformación. Los niños chinos de mi generación decían: Os quiero, presidente Mao y Partido Comunista de China, pero nunca Te quiero, mamá o Te quiero, papá. Comparé el “capitalismo salvaje” con el “Servir al pueblo en cuerpo y alma” de Mao. Él afirmaba que no tenía ninguna propiedad personal, que no poseía dinero, pero hizo las purgas y robó los millones que quiso. El sistema ferroviario chino se paralizaba cada vez que el tren personal de Mao tenía que pasar. El avión privado de Mao volaba cada vez que él así lo deseaba y aterrizaba en cualquier momento y en cualquier lugar sin previo aviso. Mao era el dueño de China y de sus ciudadanos.”
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