viernes, 26 de diciembre de 2025

Un mundo donde el malestar colectivo prolifera

Esteban Hernández, en su libro El rencor de clase media alta y el fin de una era, describe como “la fragmentación típica de los entornos en declive”. No hay visión común, ni una meta que perseguir, ni un proyecto de futuro que aglutine a los hombres y mujeres de nuestro Occidente hiperdesarrollado en la búsqueda de un porvenir mejor para sus hijos (unos hijos, por cierto, cada vez más escasos, un dato este que sin duda ayuda a explicar el desistimiento y la indiferencia prácticamente suicidas que, ante el ocaso civilizatorio, ha decidido adoptar buena parte de la ciudadanía europea). No hay reacción contra las arbitrariedades de los poderosos. La sociedad se escinde en facciones irreconciliables y, como advierte Hernandez,“en esa dispersión, que es funcional, el enfrentamiento de los grupos subordinados entre sí permite un elevado control social”.
Para el escritor y profesor Carlos Marín-Blázquez “el porvenir no es halagüeño. La búsqueda de soluciones individuales a problemas que todos compartimos se traduce en un mundo donde el malestar colectivo prolifera. La ansiedad y la depresión, la soledad y el aislamiento son ya los verdaderos estigmas de nuestra época. Nos domina el desencanto y el cinismo.Tras sus máscaras benevolentes, contemplamos a gran parte de nuestros dirigentes como lo que en realidad son, una clase sectaria, sustancialmente depredadora, intelectualmente ruinosa, dominada por una ansia nihilista de poder. Entender que, más allá del resentimiento y de los intereses mezquinos de ciertas minorías oligárquicas, existen fuerzas creativas y benéficas de las que extraer el sustento necesario para organizar la vida en común nos cuesta ya un esfuerzo ímprobo. Y, sin embargo, ahora más que nunca es necesario perseverar en ese empeño de la imaginación. Ahora es cuando la idea de comunidad, que implica elevar el arte de la convivencia a su versión más noble y humanizadora, debe ser reivindicada con insistencia, aun cuando no veamos en esa reivindicación más que un gesto de ingenua nostalgia. Y más que reivindicada, practicada a una escala modesta, ínfima si se quiere, a modo de semilla de algo que quizá alguna vez llegue a germinar nuevamente.”

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