domingo, 21 de diciembre de 2025

¿Dudar de todo?

Descartes
Descartes fue científico además de filósofo, hasta el punto de que la obra donde debía exponer todo su sistema, Principios de la filosofía, contiene mucho más material científico que estrictamente filosófico.Aunque su física ejerció una notable influencia durante el siglo XVII, e incluso en los primeros años del XVIII, tanta, de hecho, que el propio Isaac Newton (1642-1727) construyó en parte su obra en discusión con aquella, la historia de la ciencia reserva un lugar relativamente modesto a las contribuciones de Descartes. Ciencia y filosofía no tomaron caminos distintos, como quizá pueda ocurrir hoy. La teoría física general que pretendió construir se concibió desde el principio en estrecha y estricta continuidad con su teoría filosófica acerca del “ser”, imposible de separar una de la otra en su obra. La física general, que, a partir de una concepción mecanicista de la realidad, pretendió aunar las explicaciones astronómicas, meteorológicas, mecánicas, biológicas, etc., hasta construir una imagen unificada del mundo, a ojos de Descartes era inseparable de la cuestión de cómo era esencialmente la realidad, es decir, de cuáles eran las estructuras constitutivas del ser en tanto que ser. Según la célebre imagen que estableció Descartes en los Principia, el saber era un único árbol cuyas raíces eran la filosofía, el tronco la física general o la filosofía natural, y las ramas y los frutos las distintas ciencias particulares, como la mecánica, la astronomía, la biología, la psicología y la medicina, entre otras.
El primer precepto del Discurso del método era no aceptar nunca ninguna cosa como verdadera sin saber evidentemente que lo era “y no incluir en mis juicios nada más que lo que se presentara a mi espíritu tan claramente y tan distintamente que yo no tuviese ningún motivo de ponerlo en duda”. Por tanto, Descartes se impuso como método filosófico el método de la duda, dispuesto como estaba a no tomar por verdadero nada de lo que pudiera dudarse. Es lo que se conoce como la “duda metódica”. ¿Dudar de todo? Esta duda era, evidentemente, artificial y provisional. No fue ni real ni permanente, como la duda que asalta al espíritu escéptico, sino metódica o programática, de tipo radical, en el sentido de no aceptar nada de lo que uno no pudiera estar completamente seguro. Si se ejerció como método filosófico fue con vistas a alcanzar las certezas a partir de las cuales reconstruir todo el sistema del conocimiento.
¿Esta duda alcanza a las ciencias matemáticas, que no presuponen la existencia de sus objetos ni se valen de los sentidos para conocerlos? En este momento de sus reflexiones, Descartes parecerá afirmar que no, que las matemáticas pueden salir airosas de estas dudas. Si los sentidos no son fiables, en cambio sí que pueden merecer nuestra confianza enunciados tales como 2 + 3 = 5. Aun pudiendo ser imaginarias estas cosas generales (ojos, cabezas, manos y otras semejantes) es preciso confesar, de todos modos, que hay cosas aún más simples y universales realmente existentes, por cuya mezcla (ni más ni menos que por la de algunos colores verdaderos) se forman todas las imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, ya sean verdaderas y reales, ya fingidas y fantásticas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario