Tolkien decía que “el Mal no puede crear nada nuevo, solo corromper o arruinar lo que las fuerzas del Bien han inventado o construido”. No obstante, el mal sí puede ser estratégico o manipulador, dice Ignasi Grau.
En Cartas del diablo a su sobrino, C.S. Lewis decía que “la ruta más segura al infierno es gradual”. Individualismo, relativismo y desacralización han cimentado esta ruta hasta el día de hoy. Con la reivindicación del superhombre y el individualismo, nos hemos convencido de que somos, cada uno, el centro del universo. El relativismo nos ha convencido que no existe ni bien, ni mal. Con la muerte de Dios y la desacralización de lo moral, nos hemos convencido de que no hay más allá, y si lo hay, poco le importa cómo nos comportemos. En este contexto, dice Grau, los marcos de nuestra época permiten, en la esfera pública, un mayor margen para el mal.
En nuestra sociedad actual, la libertad no es aquella autodeterminación de la voluntad hacia al bien, evocada por San Agustín, si no más bien, la ausencia de coacciones, incluidas, por supuesto, las coacciones morales.
En nuestra sociedad actual, la libertad no es aquella autodeterminación de la voluntad hacia al bien, evocada por San Agustín, si no más bien, la ausencia de coacciones, incluidas, por supuesto, las coacciones morales.

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