Parece un error casi universal de los historiadores suponer que en política es tan verdadero como en física que a todo efecto corresponde una causa proporcionada. En la acción inanimada de la materia sobre la materia, el movimiento producido no puede sino ser equivalente a la fuerza que lo produjo; por el contrario, los procesos de la vida, sea esta privada o pública, no admiten tales leyes. Los caprichos de los agentes voluntarios se ríen del cálculo. No siempre hay una razón poderosa detrás de un gran acontecimiento. La obstinación y la flexibilidad, la maldad y la benevolencia, dan lugar alternativamente una a la otra; y la razón de estas vicisitudes, por importantes que puedan ser las consecuencias, escapa a menudo a la mente en la que se efectúa el cambio, escribe Samuel Johnson.
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