El 10 de febrero de 1931, una declaración episcopal prohíbe a los católicos adherirse al NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), bajo pena de ser excluido de los sacramentos, e incluso de ser privado de sepultura religiosa. Firmada por Pío XI el 14 de marzo de 1937, transmitida en secreto para desbaratar la vigilancia de la Gestapo, la encíclica Mit brennender Sorge es leída el domingo 21 de marzo en las quince mil iglesias de Alemania. No solamente denuncia la falta de respeto del concordato, sino que estigmatiza la filosofía hitleriana: “Se trata de una verdadera apostasía. Esta doctrina es contraria a la fe cristiana”. Pío XI no se queda ahí. Por otra parte, publica el 19 de marzo la encíclica Divini Redemptoris, que condena el comunismo. La Iglesia lanza un doble tiro de barrera en contra de la deriva totalitaria del siglo XX.
A partir del momento en que los alemanes ocupan Roma, en septiembre de 1943, Pío XII vivirá bajo la amenaza permanente de ser secuestrado y deportado a Alemania, los nazis tenían el plan a punto y Pío XII lo sabía. Recientemente, el padre Peter Gumpel, jesuita alemán, postulador del proceso de beatificación de Pío XII, reveló que el soberano pontífice había procedido varias veces a un exorcismo a distancia en contra del Führer, lo consideraba, en sentido propio, como un poseso.
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