Cuenta el filósofo Fernando Savater que a Franco, que fondeaba su yate Azor en plena bahía de la Concha durante semanas y se paseaba por San Sebastián con menos medidas de seguridad de las que necesitarían el Rey o Rajoy para hacer el mismo recorrido, no solían hacerle algaradas ni escraches. Lo malo, sin embargo, comienza cuando los disconformes que quieren hacerse oír se empeñan en manifestar su desacuerdo transgrediendo las normas de la propia democracia y sobre todo empeñándose en descalificarla como si fuese en el fondo la peor de las dictaduras, aunque, eso sí, astutamente disimulada. Una cosa es que protesten o reclamen en democracia quienes no se hubieran atrevido a tanto en una dictadura y otra que para hacerse los héroes o cargarse de unas razones que muchos les discuten pretendan convertir en dictadura lo que no lo es.Cuando desobedecen a las autoridades actuales, en su imaginación se están enfrentando retrospectivamente a Franco, a Hitler o si me apuran un poco a Calígula. Y además con la ventaja de que su audaz batalla contra la tiranía puede hasta salirles gratis, con un poco de suerte y una ayudita de los biempensantes…
No hay comentarios:
Publicar un comentario